Portadas
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Una de las misiones del periodismo es coadyuvar en la construcción de ciudadanía. Las personas informadas toman mejores decisiones para sí y para toda la sociedad. Sin acceso a un mínimo de oportunidades y de información, la libertad no puede ser ejercida como tal. Y la información no es algo de lo que pueda encargarse cada ciudadano; necesitamos a los medios para eso. Quien ignora lo mínimo para vivir y desarrollarse en su determinada y particular circunstancia nunca es completamente libre. Primero, porque no conoce o no es capaz de conocer más opciones que aquellas que incidentalmente tiene a su alcance y, segundo, porque la probabilidad de que tome decisiones subóptimas para sí mismo es siempre muy alta.

Por eso, la responsabilidad es altísima; porque la tarea de los medios es de suma importancia para el mantenimiento y sostén de la sociedad. Porque solo ciudadanos conscientes de sus derechos y obligaciones, y que así como son dueños de su libertad reconocen que en el largo plazo el bien del colectivo redunda en el bien de los individuos, pueden sostener un sistema verdaderamente democrático.

Sin una aproximación ética al negocio de la recolección, procesamiento y difusión de información, la tarea de construir una ciudadanía democrática es imposible. Vender información no es como vender zapatos; tal y como vender educación no es como vender salchichas.

Antes de publicar algo, lo que sea, deberíamos preguntarnos: ¿Para quién es importante y necesario? ¿Para quién es funcional? ¿Es para los ciudadanos, para la empresa o para el medio? ¿Quiero que me lean/escuchen porque lo que tengo que decir es importante o porque si lo hacen, vendrán anunciantes? Cierto, sin esto último quizás no habría medios de prensa, pero vale la pena preguntárselo de todos modos, solo como para estar seguros de que seguimos en la carrera que escogimos.

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