(Perú 21/Mario Zapata)
(Perú 21/Mario Zapata)

Cuando asesinaron a Luis Choy, varios de quienes asistimos al velorio –casi todos periodistas– nos quedamos consternados viendo cómo las cámaras de televisión se metían sin invitación a la casa de su mamá –donde lo velaban– para tratar de capturar el momento en el que la señora o alguno de los familiares cercanos a Luis se quebrara para transmitirlo en vivo o esa noche.

“Buitres miserables”, comentamos varios, algunos entre lágrimas. Cuando intentamos pedirles a los reporteros de TV que respeten la intimidad del dolor de la familia y amigos, la respuesta fue “estoy chambeando, hermano, ¿acaso yo te digo cómo hacer tu chamba?”.Un día, mientras un amigo reportero entrevistaba a la madre de un fallecido, por el auricular, su productor le decía “haz que llore, haz que llore, carajo, o te boto”. No bromeaba. Hace pocos meses, otro productor extorsionaba a la viuda de un bombero caído en acción para que aparezca bailando en la TV. En ese contexto, lo que ha hecho Ortiz al tratar de vender “los últimos instantes” de Daniel Peredo en la cancha de fulbito, como si fuera noticioso, no lo convierte en el único carroñero invertebrado o larva come cadáveres de nuestra oferta televisiva. La muerte súbita de Daniel ha sacado a relucir lo más bonito y lo mejor de la hinchada y de muchas personas que, sin conocerlo, han descubierto de manera póstuma a un gran profesional, pero, sobre todo, a un gran sujeto. ¿Qué le diría Peredo a la periodista que intentaba hacer llorar a su amigo para las cámaras? ¿Qué le diría e Beto Ortiz?

La muerte de Peredo, al mismo tiempo, sacó lo peor de cierto periodismo deportivo y de espectáculo que lo único que busca es explotar el morbo para ganar uno o dos puntos más de rating. Lo más triste de esto último, sin embargo, es que lo logran.