Violación
Violación

Ha sido un domingo horroroso. Quería escribir sobre lo precario del sistema del Censo 2017, la improvisación, la falta de visión, del jefe del INEI, de la organización paupérrima, del ahorro ridículo que se buscó y que ahora nos va a costar el doble si es que se decide repetir el censo; del opaco acuerdo con tanta universidad negocio que se hará con las bases de datos del Censo (¿incluirá eso el teléfono, el DNI, la dirección y el nombre de millones de personas?). Quería escribir de lo jodidos que estamos institucionalmente y de lo costosísimo y peligroso que es ser un país tan chicha.

Pero, ante la constatación por vez millonésima de que el Perú es, en efecto, un país de violadores, todo parece anodino, frívolo. Hasta estúpido. Una voluntaria fue brutalmente golpeada y otra violada. En el segundo caso existe el agravante de que el supervisor del INEI le habría ofrecido 1,000 soles a la víctima para que no haga la denuncia. ¿Qué nos pasa? El violador alegó inocencia. “No gritó”, dijo.

La amenaza velada de la violencia que administra el Estado, claramente, ya no disuade a nadie. El tipo la violó en su propia casa empadronada a sabiendas de que era perfectamente ubicable. ¿Por qué? Porque confía en que el sistema lo dejará ir. Hoy, enfrenta una posible condena de solo ocho años.

¿La violencia es disuasiva? Sí. Es lo que mantiene pegada a la sociedad y lo único que mantiene a raya a muchos de nosotros.

Hoy siento que conversando no vamos a llegar a ninguna parte porque a la mayoría no le interesa conversar, ni siquiera escuchar, ni ver lo que le revienta en la cara. Así o se le obliga con un palo o se le persuade con chantaje emocional. No hay más. Parecemos prehumanos, carajo.

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