El crimen continúa haciendo de las suyas en la capital. Las autoridades siguen haciendo oídos sordos a la crisis de la inseguridad y las organizaciones criminales se sienten a sus anchas y ejecutan sus fechorías sin mayores preocupaciones. Los que sí están muy preocupados son los ciudadanos, quienes se sienten desprotegidos y desatendidos. Es claro que la incidencia delictiva se ha incrementado y las modalidades de acción se vuelven más violentas y desalmadas.
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Las extorsiones a las empresas de transporte público representan precisamente todo aquello que está mal en nuestro país. Empezando porque se atenta contra un servicio público esencial, como es el transporte, y se genera una cadena de víctimas que sufren las consecuencias de esta amenaza. Las bandas criminales extorsionan a las empresas transportistas, pero quienes ven afectadas su integridad y su vida son los conductores y cobradores. Por supuesto, los pasajeros también se ven afectados y se vuelven víctimas colaterales de esta criminalidad. Ya no solo están expuestos a carteristas o —peor aún— a asaltos, sino que ahora pueden estar en el camino de una bala o un explosivo que busca aterrorizarlos.
Los conductores, con toda razón, están muy asustados y ya no quieren circular por las calles de la ciudad. Según las noticias, son varias las empresas de transporte cuyos conductores han decidido que no van a prestar el servicio por miedo a ser atacados. Entre las rutas afectadas se encuentran las del Anconero, Los Loritos, La Roma, Santa Catalina y Corazón de Jesús. Los choferes reclaman mayor seguridad y medidas de prevención, exigen la presencia de la policía de tránsito y le piden al Ministerio del Interior que haga bien su trabajo.
Con esta medida nos encontramos frente a otra consecuencia, los miles de pasajeros que dejarán de tener el servicio de transporte disponible. Esto significa que muchas personas, no solo se van a perjudicar producto de la ausencia de unidades en las rutas que los lleven al trabajo o a su centro de estudios, sino que seguramente van a tener que gastar más dinero para llegar a su destino. Algunos pasajeros buscarán rutas distintas, tendrán que caminar más o utilizarán otros medios de transporte para complementar sus viajes, lo que incrementará el costo diario. Así también este vacío va a generar que surjan o se consoliden medios de transporte informales, como los colectivos o las motos lineales. Esta consecuencia complejiza aún más la precaria situación del transporte público en la capital y hace que la necesaria reforma se vuelva cada vez más esquiva.
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