notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

Escribo estas líneas el día de nuestra ciudad. La fea, la gris, la de los gallinazos, de los montículos de basura, la que vivió oleadas migratorias y crecimientos desordenados, la enorme y pesada cabeza de un país al que le da la espalda. Pero también, en medio de sus contradicciones, la urbe cada vez más llena de iniciativas culturales y espacios que invitan a variadas transacciones.

Con un grupo de púberes hice un recorrido, el más largo posible, con el Tren Eléctrico y el Metropolitano, bajando y subiendo, yendo y viniendo. Observamos, comentamos, preguntamos, a medio camino entre usuarios, etnógrafos y periodistas. La semana anterior habíamos hecho lo mismo usando los otros medios de transporte público: taxis, mototaxis, micros, buses.

Yo no entiendo de economía, pero algo, sí, de la lógica de la vida cotidiana. Cuando conversamos sobre nuestra experiencia, los chicos mostraron sorpresa frente a la diferencia en sus propias conductas y actitudes en ambas situaciones.

Cuando no existen paraderos fijos, ni lapsos predecibles, cuando las señales son contradictorias y ambiguas, cuando el contexto es de bulla, desorden y suciedad, ellos se comportaron agresivamente, viendo al resto como enemigos y al espacio físico como territorio que no se usa sino se abusa.

En el Tren Eléctrico y el Metropolitano, ellos y el resto, fueron parte de una colectividad, ciudadanos que gozan de un bien común con reglas, pautas, lapsos, turnos; un bien común que todos cuidan, en el que cada quien tiene un papel definido y el único poder es el de las normas.

No es un asunto ético, aunque hay una ética que termina por articularse. Es una cotidianeidad agradable y civilizada que no necesita de discursos, campañas ni moralina. Y no es difícil.

TAGS RELACIONADOS