(GEC)
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El lunes pasado, el Perú estaba como Suiza. En Suiza la gente no sabe quién es el presidente de la Confederación Helvética –que es lo mismo que la república–, el lunes pasado en el Perú pasaba lo mismo. Nadie podía decir con certeza quién, de Vizcarra y Araoz, era el que mandaba en el Perú. La incertidumbre no duró mucho, en cambio, la conducta probadamente suiza de los peruanos, en una semana de acontecimientos que en cualquier país de la región terminaba con muertos en las calles, era de business as usual. A pesar de los sicosociales, vivimos una calma chicha, admirable.

Lo de admirable no es en broma ni mucho menos en burla. La madurez que ha mostrado el Perú es para admirar y para sentirnos realmente orgullosos. Al día siguiente, la Araoz se lo pensó mejor y en un gesto que la enaltece prudentemente renunció –igual nunca se creyó que Meche era una mala tipa–. El tema es que el martes, a solo 24 horas del zafarrancho Congreso-Palacio, la moneda se sostuvo, abrieron los bancos, había plata en los cajeros, los chicos fueron al colegio, los médicos atendieron, los restaurantes sirvieron como de costumbre, circuló el Metropolitano, los aviones despegaron y las góndolas en los supermercados estaban llenas. Business as usual. ¿Esto no le sorprende, estimado lector? Porque por muchísimo menos –y lo del 30 de setiembre no fue moco de pavo– otro país incendiaba la pradera o paralizaba la vida de la gente. Sin ir más lejos, dos días antes, en Buenos Aires, Aeroparque entró en una huelga ilegal de pilotos que anuló toditos los vuelos y dejó a 7,800 personas varadas en tierra. Como dicen los porteños, flor de quilombo, al pedo. Esto en el país culto que envidian muchos compatriotas.

Si el malentendido entre Martín y Meche llega a pasar en la Argentina, Dios nos agarre confesados.

No, paciente lector, el Perú es muchísimo más maduro y mejor educado que la mayoría de sus representantes lanzándose ajos y cebollas a grito limpio en el Congreso. No es tampoco Venezuela, como quisieran algunos, ni es la turba reducida de maleantes y revoltosos que vimos enfrentados a la Policía desparramando basura alrededor del Congreso. Este es un país de chamberos con más visión y aguante que la mayoría de los analistas a quienes escucho pregonar que llegó el apocalipsis. El Perú se levanta cada mañana y parte a trabajar. Me lo cruzo, la casaca abotonada contra la garúa, chequeando el celular, ir a tomar su movilidad. Ese es el Perú. No baja los brazos, cree en su futuro, no quiere otra cosa que progresar y acceder a una vida mejor. Vizcarra cambió el juego, y puede que uno esté o no de acuerdo. Pero a diferencia de Velasco y Fujimori, lo hizo sin sacar un tanque a la calle. Y a diferencia de 1968 y 1992, al Perú de a pie no se le movió un pelo. Suiza no lo hace mejor.

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