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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana Americana

Cuando Fujimori anunció al país la disolución del Poder Legislativo y del Judicial, la televisión lo proyectó junto a un mapa del territorio nacional y una bandera oficial. Ocho años después, en el 2000, cuando adelantó elecciones generales (en su último anuncio presidencial), repitió esa misma escena: él, el mapa y el pabellón, una tríada justificatoria de sus decisiones. Entre ambos sucesos Fujimori bailó.

La gravedad de sendos hitos durante la década fujimorista fue matizada con la festividad presidencial. La metáfora visual no fue casual. Recorrió el país con trajes típicos según las localidades, mimetizándose con la identidad regional más adecuada. ¿Qué ha quedado de esta estética celebratoria de la política en sus descendientes políticos? Como es costumbre, el cumpleaños de Keiko Fujimori (KF) se ha vuelto central en la lista de celebraciones fujimoristas. Este año, los parlamentarios fujimoristas imitaron un 'reality' de moda y compitieron entre sí en una suerte de gimkana teatralizada. Además, dedicaron a KF un video donde cada cual baila el hit del momento. Congresistas limeños y de amplio recorrido danzan desde lugares formales (sus despachos, el hemiciclo), mientras los regionales y menos conocidos recurren a sus zonas de origen y vestimentas autóctonas como contextualización.

Existe una continuidad en la estética política fujimorista que trasciende generaciones: la pérdida total del temor al ridículo, la política como show dirigido a la risa fácil de un espectador (no necesariamente un ciudadano) que busca también entretenimiento en su representación política. Pero hay un contraste importante: la lideresa –a diferencia de su padre– guarda distancia prudente y no se involucra en la actividad lúdica.