Espacio de crianza. (Getty Images)
Espacio de crianza. (Getty Images)

Los 25 o 50 años de haber salido del colegio dan lugar a celebraciones. Las redes sociales permiten tejer contactos entre personas que la vida ha puesto en coordenadas muy distintas, y facilitan el trabajo de quienes, desde las épocas escolares, son los eternos organizadores.

Pero es el tipo de aniversario que despierta sentimientos encontrados. ¿Es suficiente haber pasado 5 o 12 años juntos para dar sentido a una reunión que demanda romper rutinas y maltratar tarjetas de crédito?, ¿es suficiente un cuarto o medio siglo para borrar viejas heridas o las ganas de saldar cuentas?

Porque, además de algunas respuestas tipo “no tengo nada que celebrar” o sorpresas acerca de economías supuestamente boyantes que son desmentidas por pedidos de becas parciales, antes de las celebraciones, pueden aparecer dilemas desconcertantes. Como —lo he oído varias veces—, por ejemplo, el veto a la presencia de algún compañero con una trayectoria cuestionable desde algún punto de vista.

Una vez, un miembro de la promoción sugirió, quizá haciendo de contestatario, que se sometiera a todos los celebrantes a un comité de escrutinio independiente. “Estamos celebrando haber egresado de la escuela”, dijo, “no el camino hecho desde entonces, que todos los recorridos seguramente pueden ser cuestionados”. Por supuesto no hubo comité ni tampoco veto.

Son ocasiones interesantes, llenas de potenciales alegrías, pero también de posibles malentendidos y conflictos, que requieren de madurez, correa y sentido del humor. Dan para la trama de una comedia, un drama y también una película de terror.

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