(USI)
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Nos describe mejor que sapiens. ¿Por qué tantos que parecen cualquiera, educados, buenos padres, esposos y hermanos —interesantemente parecen ser esto último de todos— hacen daño en el cumplimiento de su labor en la sociedad?

Sus funciones intelectuales están intactas. Se desenvuelven fluidamente en lo social y profesional. Pero de manera reiterada, perseverante, hacen y promueven trampa dentro de una madeja de relaciones donde lo chueco define una suerte de club.

Deciden la suerte de algunos en función de la desgracia de otros, del conjunto, prevaleciendo la pertenencia a la red subterránea y su lógica de beneficios económicos y sociales, sintiendo una suerte de placer de terminar siendo más fuertes que las estructuras normativas y las instituciones convencionales.

Fuera, quizá, del primer acto ritual de ingreso en el club, las acciones perversas que siguen ya no provocan ningún remordimiento y se justifican con relatos absolutorios, así como conductas afectuosas hacia amigos y familiares, respetuosas de tradiciones religiosas y culturales.

La identificación con el grupo, que no está en registros públicos, es poderosa, sus miembros saben de la existencia del resto y respetan ciertas líneas de autoridad y jerarquía basadas en el poder de favorecer y el de hacer daño.

Existe en todos lados, pero la única manera de mantenerlo a raya es que salga más a cuenta no pertenecer al club y no recurrir a él. Y que sus miembros, una vez descubiertos, caigan en desgracia.

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