El declive del suicidio
El declive del suicidio

Es una época en la que se discute, cifras en mano, si estamos mejor o peor. Hay para todos los gustos ahora que las opiniones públicas muestran estados de ánimo que no siempre corresponden, desde la lógica, con cuadros y gráficos.

El suicidio va contra la convicción de que la vida es lo más importante y que los humanos hacemos todo por preservarla; compite con la voluntad divina y genera dudas insufribles en quienes sobreviven sobre su capacidad para retener en este mundo a un ser querido.

En términos globales, en lo que va del siglo, hay un 30% menos de suicidas que en el año 2000. Es una tendencia que ya tiene muchas décadas en el mundo más desarrollado, pero que desde mediados de los años 90 caracteriza a los grandes países asiáticos y Europa Oriental.

Mujeres jóvenes más empoderadas, hombres de mediana edad más adaptados a cambios socioeconómicos y veteranos mejor medicados parecen ser las razones del fenómeno.

Hay aspectos que impactan, menos en las tendencias suicidas que en las circunstancias que las acompañan. Controles razonables en la disponibilidad de licor, fortalecimiento de políticas sociales de apoyo a la tercera edad, supervisión de sustancias —desde pesticidas hasta analgésicos poderosos— hacen grandes diferencias.

Un dato final: el único país en el que la tasa de suicidio ha aumentado de manera indiscutible es Estados Unidos. ¿Sorprende? En realidad, no. Sobre todo habida cuenta de que la mitad de los casos responden a muerte por armas de fuego. Una razón más para regular estrictamente su posesión.

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