En los audios destapados, hay un elemento común sobre el que poco se ha comentado, pero que evidencia mucho. Todos esos arreglos bajo la mesa y guiños entre amigotes se dan con una retórica en clave de pandilla. Sus palabras parecen tener siempre un doble sentido, como si estuviesen cuidándose las espaldas tanto entre sí como del otro, sin revelar lo que realmente está pasando. No dejan nada claro, pero entre ellos se entienden.

Parece un código que une a los compadres que están acostumbrados a hacer lo que les da la gana y a conseguir lo que quieren traficando con sus influencias.

Solo como ejemplo, escuchen al ahora ex asesor de comunicaciones del PJ tratando con franqueza de compinche a Walter Ríos, entonces presidente de la Corte Superior de Justicia chalaca, mientras lo convencía de ir al Hawaiano: –“Piensa con la cabeza, no me vengas con huevadas, ¿quieres cabeza o quieres intermediario, huevón?”, “¿qué quieres del Minjus, qué quieres?” –“Mi mujer pe’, huevón, para que la mejoren…” –“Ya pe’, le digo al ministro, huevón”.

¿En qué lugar del mundo alguien le habla así a un magistrado y un magistrado permite que le hablen así? Como dice el propio Walter Ríos en otro de los audios: “Compa’re, sirve a la gente que después te va a servir”.

Estamos ante un sistema que involucra a operadores de justicia, funcionarios públicos y políticos que trafican puestos de trabajo, favores personales y sentencias judiciales. Es una generación formada en la escuela del compadrazgo que ha naturalizado relaciones clientelistas y tejido una red propia del crimen organizado. Su lenguaje los delata. Juntos han construido este castillo de naipes que los encumbró al poder que si no desmantelamos, nada cambiará. Presidente Vizcarra, esta es su oportunidad de hacer historia.

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