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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21cbasombrio@peru21.com

El terrorismo que originó el incremento exponencial de efectivos dedicados a esta tarea ha casi desparecido en Lima. De hecho, desde hace once años no hay un solo atentado en la capital, pero las escoltas permanecen casi inalteradas y se han convertido en símbolo de poder.

Quizás sea momento de regular y acotar a lo indispensable este privilegio (del que en su momento me he beneficiado).

Básicamente hay tres tipos de seguridad que se pueden brindar a quien requiere protección mientras circula.

De menos a más:

A.- un chofer y un policía armados en el asiento delantero del auto del protegido, quien va en el asiento de atrás.

B. Además de lo anterior, un vehículo detrás con cuatro policías armados. C. Las muy especiales que, además de lo incluido en B y A, cuentan con otro vehículo delante y liebres (es decir tres motociclistas que bloquean vías y abren paso, asegurándose que el vehículo nunca se detenga.

Desde mi punto de vista el C debe estar limitado exclusivamente al Presidente de la República. El B a los presidentes del Congreso y el Poder Judicial, a la primera dama, al Premier, a los ministros en temas sensibles (Interior, Justicia y MEF), al Fiscal de la Nación. (Y por ahí a algún otro funcionario que se me escapa en este momento). La A debiera incluir a los demás ministros, a vocales y fiscales supremos, a congresistas, a los jefes de las Fuerzas Armadas y la Policía y a la alcaldesa de Lima; así como a un número no mayor de cincuenta otros funcionarios.

De hacerse así miles de policías podrían derivarse a servir a la ciudadanía, que bien lo necesita.