“En el Estado, además de capacidad profesional, necesitamos personas buenas. Por mucho tiempo hemos vivido con el concepto equivocado y es hora de que reemplacemos el concepto de autoridad poderosa por el de Servidor Público”. (Foto: Andina)
“En el Estado, además de capacidad profesional, necesitamos personas buenas. Por mucho tiempo hemos vivido con el concepto equivocado y es hora de que reemplacemos el concepto de autoridad poderosa por el de Servidor Público”. (Foto: Andina)

Ante la pregunta de por quién votarías en una segunda vuelta en las elecciones frente a diferentes pares de candidatos apareció la respuesta: “Pago mi multa”. Si se incluye la variable Congreso, la elección es aún más difícil porque tampoco se tiene demasiados candidatos (por partido) que nos ayuden a superar la traumática experiencia que este último nos hace atravesar y que tuvo la cortesía de sacar del camino (cada vez hay más convencidos de que fue con buenas razones) a aquel que los hizo convertirse en congresistas. Vueltas que da la vida.

Hace unos años, en un panel con candidatos a la presidencia, pregunté si conocían personalmente a los 130 posibles congresistas que conformaban sus listas. Ni uno respondió positivamente. Más allá de agradecer la franqueza creo que, aunque ellos no lleguen al poder, deben asumir la responsabilidad de validar a quienes nos colocan como legisladores por 5 años.

Leyendo un artículo sobre entrevistas para contratar personal, el autor sugería que, ya validadas las capacidades profesionales, las organizaciones (y el Estado lo es) deben tener personal con calidad humana; y sugería un par de preguntas que apuntan a eso: primero, ¿qué valores tenían tus padres que tú quisieras que tus hijos tuvieran? La segunda era: nombra a tres personas a las que les hayas cambiado positivamente la vida.

En el Estado, además de capacidad profesional, necesitamos personas buenas. Por mucho tiempo hemos vivido con el concepto equivocado y es hora de que reemplacemos el concepto de autoridad poderosa por el de Servidor Público. Hace toda (o gran parte de) la diferencia. Así pues, líderes de partidos, aplíquense a la tarea de conocer a su gente.

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