Mientras en la cada vez más provinciana Lima se miran el ombligo y un tema importante —y estúpido— de discusión es si esa operación de nariz y fachada de Boluarte amerita una vacancia, en el resto del mundo se están viniendo cambios tectónicos que nos afectarán mucho a todos, especialmente a los países periféricos como nosotros. En estos días China ha impuesto un embargo en las ventas de las “tierras raras” a EE.UU., seguramente para “pechar” y bajarle los bríos a un Trump que les ha amenazado con imponer aranceles leoninos a sus exportaciones al mercado yanqui desde el mismo día que asuma el poder (20 de enero). Se llaman “tierras raras” a unos 17 metales (galio, germanio, antimonio, cerio, neodimio, lantano, etcétera) que son muy escasos, muy difíciles de encontrar y explotar y que son absolutamente vitales para generar aparatos para la vida moderna (chips, cables de fibra óptica, paneles solares, armamento, etcétera). China concentra entre el 70% y 90% de la producción mundial y se calcula que se necesitarían un par de décadas para igualar su producción, así que tiene la sartén por el mango. ¿Cómo va a acabar esta disputa? ¿Trump cederá o se pondrá más agresivo? ¿O China cederá porque vive un proceso deflacionario y no está para guerritas económicas? El problema no es solo que se enfrentan las dos más importantes economías mundiales, sino que ambos están demasiado interconectados (a diferencia de la antigua disputa EE.UU.-URSS, donde la Unión Soviética no pasaba de exportar crudos y armamentos) y que cualquier fricción entre ellas nos rebotará muy fuertemente al resto. Otra pregunta que se viene al observar esta pugna planetaria es cómo la administración Trump considerará al puerto chino de Chancay. Pero en Lima seguirán discutiendo sobre la nariz de Dina…
PD: Me parece maravilloso que el Congreso esté por sancionar una ley para supervisar con más eficiencia a varios de esos partidos políticos, agentes desestabilizadores y bufetes escondidos de abogados llamados ONG.