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Redacción PERÚ21

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Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com

Por increíble que parezca, las proyecciones apuntan a un crecimiento menor de la actividad económica en agosto frente al minúsculo crecimiento de julio. Este año cerraremos, ojalá, cerca del 3%. ¿Qué ha pasado?

Distintos analistas ya han apuntado a las razones externas: la caída de las economías desarrolladas, los bajos precios de los metales, entre otras razones. Lo cierto es que 2014 será mejor, a nivel global, que 2013: la última corrección del Fondo Monetario Internacional corrige a la baja la proyección de 2014 a un 3.4%; no obstante, en 2013 crecimos al 3.2%. Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, crecerá al 1.8% frente al 1.3% de 2013. Muchos señalarán que China, nuestro principal comprador de cobre y segundo socio comercial, crecerá 7.4% este año frente al 7.7% del año anterior; no obstante, y según estudios de EY y Proinversión, una disminución de 1% en la tasa de crecimiento china impacta tan solo en 0.2% en nuestra economía. En otras palabras, la desaceleración china significaría, a lo mucho, 0.007%.

Recordemos que a principio de año el consenso de estimados para el 2016 bordeaba el 6%. ¿Dónde estará la diferencia? Hablamos de poco más de US$6 mil millones en términos nominales.

Las respuestas se encuentran, más allá de lo que sostienen organismos estatales, en razones internas, en la generalizada falta de confianza y en el marcado retroceso de la inversión privada y la demanda interna. La primera solo crecerá este año 0.2%; la segunda crece cercana al 3% cuando el promedio 2006-2012 era de 8.4%.

Para muchos, esta caída está ligada a dos factores primordiales: en primer lugar, la falta de un claro norte en el Gobierno Central: ausencia de un liderazgo firme que identifique las restricciones claves (políticas y económicas) y de un equipo capaz de llevar esas ideas adelante; lo segundo es la tramitología y –tal vez peor– la incapacidad del aparato estatal frente a la demanda privada por solucionar dichos trámites. Una vez más, solo un fuerte liderazgo podrá romper el nudo gordiano.