Julio Arbizu (Foto: César Bueno)
Julio Arbizu (Foto: César Bueno)

El guapo Arbizu anda irritado porque celebré que tanto él como JP no ingresasen al Congreso. Me llama “Aldo M”, viejo apodo que me puso el difunto Raúl Wiener para insinuar la palabra “mierda” y expropiarme el apellido. También me califica del “idiota de la familia” (que conste en acta, después por mucho menos los izquierdistas me acusan de “insultar”). Ignoro por qué se molesta tanto –aunque me fue delicioso enterarme que se picó feo–, pues si hubiese postulado al Congreso por un partido de derecha no me hubiera incordiado para nada que Arbizu celebre que el grupo y yo no hubiéramos logrado ser elegidos. ¡Me parecería lo más natural! Y menos le sacaría huachafamente en cara alguna buena acción pasada no solicitada, porque algo de clase me enseñaron (y el juez CSM se zurró en su amicus curiae).

Nunca he sido hipócrita: me fue maravilloso que ese grupúsculo neocomunista no haya ingresado al Congreso porque hubiese sido muy nocivo para el país; ser comunistoide en pleno siglo XXI –tras los fracasos estrepitosos en términos humanos y económicos de la URSS, Cuba, Venezuela, etc– revela o poca inteligencia o problemas mentales o una carga colosal de resentimiento social. ¡Más normales me son estos alucinantes milenaristas de la secta Frepap que los chavistoides criollos!

Sobre Arbizu en concreto, consideraba muy injusto que éste salga congresista porque –es MI opinión– había protagonizado una oportunista y manipuladora farsa política al invocar racismo en la condenable malacrianza de Bryce con el jabón, cuando estaba claro que lo que le estaban diciendo era “sucio” (y como sobra mucho cojudo en Lima, varios se la siguieron). Me repele el futbolista llorón que se revuelca, así que… ¡Fabuloso que se resbaló con el jabón y se quedó por tan poquito! ¡A sobarse con Charcot!

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