(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

No puedo abrir esta columna sin manifestar mi pesar por la temprana desaparición del colega y analista Juan Carlos Valdivia, a quien conocía desde hace muchas lunas, cuando ambos estudiábamos en la PUCP. Lúcido, travieso, ocurrente y con mucho don de gentes, todos en el gremio –tirios y troyanos– hemos sentido su prematuro fallecimiento. Un abrazo a la familia y la advertencia de que uno no sabe cuándo la función acaba y de que únicamente tenemos la certeza de que solo se vive una vez, así que a aprovechar cada minuto.

Sigo con colegas: estoy indignado por la manera como Vizcarra, su premier Zeballos y sus asesoras Miriam Morales y Mónica Moreno han maltratado a Hugo Coya, destituyéndole del Canal 7. Porque han sido Vizcarra y los mencionados –no ese pobre hombre apellidado Petrozzi– quienes han estado detrás de esa salida de Coya por ser imparcial (ya le venían diciendo hace tiempo que “por qué salía tanto allí la oposición”. Al parecer, cubrir la salida de Keiko de prisión fue la gota que derramó el vaso moqueguano), por no prestarse a hacerle barra al Gobierno (¿no les basta con ese 80% de coleguitas y medios privados alineados?) y por no magnificar a ese pobre Petrozzi (¡cómo habla!, ¡cómo se viste!) desde el canal estatal. Además, esta destitución desnuda harta miseria, porque la puñalada a la espalda ha sido hecha justo cuando Coya estaba ya rumbo al Reino Unido, invitado por ese gobierno para empaparse del funcionamiento de la BBC, donde le iba a recibir el más alto cargo. ¡Ni clase tienen! Todo esto lo sé desde las mejores fuentes, así que ni se den el trabajo de pretender desmentirme.

Escribo esta protesta con la salvedad de que aprecio sobremanera a Eduardo Guzmán, colega al que han nombrado su sucesor y que no tiene nada que hacer con la perrada.

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