El tino no es precisamente una virtud peruana: ayer advertía que el pésimo timing (pocas horas antes de Año Nuevo y a tan cerca del interrogatorio en Brasil) de Chávarry para despedir a Pérez le iba a ser totalmente contraproducente. Debió apartarle el mismo día en que este pidió, impertinente e insolentemente, que le investiguen. Como tampoco la valentía: los ‘corajudos’ fiscales Almanza y Páucar son una buena prueba de ello. O la lealtad: miren nomás a ese ser apellidado Salaverry, otrora mayordomo político de Keiko y ahora un espolique incondicional de Vizcarra (¿estará ya la constructora de Salaverry al día con la Sunat?). O la dignidad: Keiko muy patética con su apoyo tuitero a la salida de Chávarry para intentar congraciarse con Vizcarra. ¿Se imaginan los excesos que va a cometer el fiscal Pérez, que no se ha caracterizado precisamente por su ecuanimidad, ahora que ha quedado tan empoderado con el chasco de Chávarry y el endiosamiento de la prensa?
¿Y de cuándo aquí constitucional y legalmente el presidente Vizcarra puede declarar “en emergencia” a un ente como el Ministerio Público y hacer “cuestión de confianza” si no le aceptan ese proyecto en el Congreso? ¿Acaso es un monarca? Es una barbaridad jurídica, por más popular o justa que sea. ¡Ni a país bananero llegamos! Pero seguramente este moribundo Congreso recogerá todo lo que les exija, dado que Vizcarra está muy empoderado por una población hastiada, una prensa casi toda monocorde, el poder de la caviarada y el desprestigio de un Legislativo que se ha hecho odioso.
No sé para qué perdemos el tiempo en buscar a un nuevo fiscal de la Nación. Sinceremos las cosas de una vez y que se designe a Gorriti. Y que se nombre también como fiscales superiores o supremos a puro caviar. Ya está.