El precio del pollo bajó en los últimos días, según la Asociación Peruana de Avicultura. (USI)
El precio del pollo bajó en los últimos días, según la Asociación Peruana de Avicultura. (USI)

No existen seres más negacionistas de la realidad que los rojos. Sigue siendo común que aún sigan con monsergas contra la economía de mercado mientras modelos suyos como Venezuela y Cuba son una desgracia (¿por qué los migrantes ilegales intentan entrar a EE.UU. y no a Venezuela o Cuba?) o que nieguen el evidente progreso que ha tenido el Perú gracias al capítulo económico de la C-93, que desterró al estatismo y al velasquismo de nuestra economía y al que hay que defender con todo. Y me remito a más pruebas y de esas que son imbatibles, las que conciernen al estómago. Ayer, la Asociación Peruana de Avicultura revelaba que el consumo por persona de pollo en Lima era de 40 kilos anuales, mientras que este año cerrará en 70 kilos anuales. Respecto a provincias, allí cada persona consumía un promedio de 22 kilos anuales diez años atrás, cifra que ha aumentado a 35 kilos este año en curso. O sea, un limeño come casi el doble de proteínas de pollo que hace diez años y un provinciano más de un 50% más. ¿Esto no es el índice más básico de progreso, que la gente coma mejor? Cuando yo era chico (70-80) y las políticas de izquierda estaban en su apogeo y la Reforma Agraria había devastado al campo, la gente pobre a menudo comía Nicovita (comida para pollos), no pollo. Y hablo de Lima. ¡Ni quiero imaginarme cómo sería en provincias! En otras carnes sí andamos bajos: 20 kilos anuales en pescado (una vergüenza con el mar que tenemos. Allí hay dos problemas: la cadena de frío es una desgracia y el pescado es absurdamente caro) y un empate en 8 kilos anuales entre la carne de res y el cerdo (que ha aumentado mucho). Por tal peso en nuestra mesa (somos los mayores consumidores latinoamericanos per cápita) es que el precio del pollo incide tanto en la inflación y en el humor ciudadano.

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