(Presidencia)
(Presidencia)

PPK está tan, pero tan desconectado de la realidad que incluso tras la transmisión de los segundos ‘kenjivideos’ aún no pensaba en renunciar (tuvo que forzarle una rebelión de medio gabinete), como tampoco se las picó a su seguro refugio en EE.UU. cuando tuvo harto tiempo de sobra desde su dimisión hasta la publicación de la asunción de Vizcarra en El Peruano de este sábado: se alquilaba, por ejemplo, un jet privado a Ecuador (o un aerotaxi a Tumbes) y de Guayaquil cogía un vuelo comercial a EE.UU. Incluso, cualquier ambulancia aérea te traslada directamente de Lima a EE.UU. Me asombra que PPK aún no se percate de lo embarrado que está –¿será que tiene la moral tan distorsionada que simplemente cree que no ha hecho nada malo? ¿O es senilidad?– y que una larga prisión domiciliaria, solo por sus ochenta años en octubre próximo, está nomás a la vuelta de la esquina. Dado sus vínculos con EE.UU. (más la torpeza congresal de llamarle “traidor a la patria” en respuesta a que les tildó de delincuentes), PPK, como el boliviano ‘Goni’ Sánchez de Lozada, iba a estar muy tranquilo en EE.UU., salvo algunos posibles problemillas con el IRS (la Sunat de allá) por jactarse –¡gratuitamente!– de eludir impuestos ante la comisión Lava Jato.

Me imagino, a juzgar por su patético discurso de despedida, que PPK considerará que su presidencia fue buena, que los peruanos somos unos malagradecidos, que él es un tipo superhonrado, que su bizarro humor era gracioso, que sus irritantes bailecitos eran gráciles, que sus atorrantes risotadas eran contagiosas, que su gimnasia pública con ministros en Palacio no era una payasada y que fue solo una víctima de los demás. La ‘muralla china’ sí existe, pero está ubicada entre su mente y el resto del planeta: PPK vive en un reality of his own…

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