Jorge Muñoz (Mario Zapata/Perú21)
Jorge Muñoz (Mario Zapata/Perú21)

Las elecciones ediles y regionales suelen darnos pistas sobre cómo serán los próximos comicios presidenciales que les siguen: la elección del “outsider” Belmont en 1989 precedió al “outsider” Fujimori. La marea aprista de 2002 avisó de la siguiente victoria alanista de 2006. La elección de la izquierdista Villarán nos anunció a Humala. El tercer castañedismo de volver a los viejos rostros le abrió paso al añejo PPK. De salir elegido Urresti como alcalde de Lima (si antes no le encarcelan por el caso Bustíos, a pesar de que las pruebas son febles para eso), el “electarado” nos estaría indicando que no le haría ningún asco a un populista autoritario para 2021. Al fascismo. Ojo a eso.

Y ya no sé qué es más humor negro: leer nuevamente a Rocío Silva Santisteban proclamarse “una intelectual” en LR o a un ex funcionario y calichín engreído de Villarán opinando sin la menor vergüenza y tino sobre las próximas elecciones ediles. ¿Cómo alguien puede equiparar a un alcalde distrital desastroso como Velarde o a un integrante clave del inepto y “brasileño” naufragio del villaranismo como Guerra García con un excelente e intachable burgomaestre como Muñoz? Como soy tremendamente escéptico acerca de las capacidades intelectuales del peruano promedio a la hora de votar (latinoamericano en general, ya verán que el lulismo regresa pronto al poder en Brasil), estoy casi absolutamente seguro de que Lima no elegirá a Muñoz, aquel que –por muy, pero que por muy lejos– es el mejor candidato para la alcaldía. Estos son capaces de elegir al fascistón Urresti, a ese arcaísmo parlante que es Belmont, al bicicletero Velarde o a cualquiera de estos. ¡Si el 35% va a decidir su voto recién en la cola! En fin, cada ciudad y distrito tienen al alcalde que se merecen: son solo su reflejo.