Españoles radicados en Guadalajara, México, también se manifiestan en contra de la independencia de Cataluña.
Españoles radicados en Guadalajara, México, también se manifiestan en contra de la independencia de Cataluña.

Lo sucedido ayer en Cataluña ha sido de opereta: el gobernante regional Carles Puigdemont proclamó la independencia para, después, dejarla inmediatamente sin efecto “para abrir un diálogo con Madrid”. O sea, Puigdemont no quedó bien ni con su electorado independentista (están furiosos con él) ni con los unionistas catalanes y el resto de españoles. Me imagino que el reciente éxodo acelerado de todo tipo de empresas y de bancos de Cataluña, sumado a la gigantesca manifestación unionista catalana del domingo, bajó los ánimos independentistas de Puigdemont: el bolsillo y la calle siempre asustan a los políticos. Es que, además, el independentismo catalán sufre de un infantilismo absurdo: la Unión Europea ya les advirtió hasta el cansancio que les expulsaría y, en el planeta, la Venezuela chavista ha sido el único país que ha dado indicios de reconocer a una supuesta República Catalana. No sé qué diálogo se plantea, salvo una negociación para obtener una autonomía fiscal en el manejo del IVA (IGV), privilegio del que solo goza actualmente el País Vasco.

Cabe recordar que aquí en el Perú también experimentamos dos episodios independentistas, concentrados en Loreto. El primero se dio en mayo de 1896, cuando el militar Madueño y el prefecto Seminario proclamaron la República Federal de Loreto, intento secesionista que duró hasta julio, cuando llegaron las tropas enviadas por el presidente Piérola para sofocarlo. Algo similar se dio en agosto de 1921, cuando el capitán Cervantes proclamó otra república independiente, la que duró hasta el verano de 1922. Esta “república” llegó a contar con una moneda y una bandera propia hasta que Leguía la aplastó. (Como debe ser obvio, estas líneas han sido escritas horas antes del partido con Colombia).

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