Se reían de ellos. Que su nombre era absurdo. Que estaban trasnochados. Que usar “Reconquista” era medieval. Que esa publicidad de su líder a caballo como el Cid era una chirigota. Nadie les daba mayor importancia.
Pero se acercaban las elecciones andaluzas (2 de diciembre) y ellos aparecieron en el radar, con dos escaños. La última encuesta les asignaba un crecimiento exponencial, pero aseguraba que de cinco escaños no pasaban.Pues Vox terminó sacando 12 escaños y el 11% en Andalucía, la comunidad autónoma más pobre y más izquierdista de España. Mientras la extrema izquierda (Podemos) caía aparatosamente y el PSOE perdía ese control eterno en Andalucía (40 años), la ultraderecha crecía en los barrios obreros, tal como los fascistas franceses hoy arrasan en los feudos otrora comunistas. Y la derecha (PP y Ciudadanos) les necesita para poder desbancar al PSOE, a esa especie de PRI que tenía maniatada Andalucía con corrupción, puestos públicos, subsidios y regalos a los votantes, en la región que más se parece a Latinoamérica (el acento, el clasismo, la religión, la juerga eterna, la irresponsabilidad).
Vox quiere desmontar todas las autonomías, ilegalizar a los independentistas, salvar la fiesta taurina, acabar con la discusión de género, prohibir el matrimonio gay y liberalizar toda la economía. Pero lo más fuerte es cerrar la migración a “negros africanos y moros musulmanes”; solo entrarían los migrantes comunitarios y los “hispanoamericanos” (curiosamente, Vox es muy cariñoso con los “sudacas” o “panchis”). Cierto que el abstencionismo, el independentismo, el feminismo histérico, el animalismo extremo y esa absurda campaña de desenterrar a Franco les ayudó. Pero ya aparecieron, como Trump, Duterte, Bolsonaro o Salvini. ¿Llegará la onda ultraderechista a Perú en 2021?