Egoísmo sideral. (Difusión)
Egoísmo sideral. (Difusión)

Dado el tremendo ego de PPK que Mario Vargas Llosa (otro ególatra colosal) describió en El pez en el agua, hubiera sido ingenuo esperar que este señor piense antes en su país y renuncie para así evitarle al Perú el trago amargo de una vacancia o de una agónica presidencia superviviente.

Porque si bien hay muchos que escamotean el evidente chanchullo ocurrido con Westfield/Sepúlveda/Odebrecht por antifujimorismo (como antes se hicieron los locos con Humala y Madre Mía y Venezuela y Brasil o Toledo y Zaraí y el Melody y sus mentiras múltiples. Muy distinto actuarían si Keiko o Alan fueran los dueños de Westfield. ¡Todo vale por el odio!), por lealtad mal entendida o por conservar su parcela caviar de poder, lo que PPK (otrora aliado fujimoristoide en 2011) ha demostrado es una falta total de vergüenza, aquella “turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante” (DRAE). Este señor o se siente de verdad inocente y que todo no pasa de un descuido o cree que todos somos imbéciles. Para su enjuague (pues también piensa en su posterior defensa penal), PPK cuenta con corifeos políticos y mediáticos y un informal Estado Mayor, compuesto por el ex premier Zavala, el mohmismo-lauerismo, la argolla de las lobbistas limeñitas superpoderosas que teme perder su poder si asciende el ajeno provinciano Vizcarra y ese insoportable Dúo Pimpinela peruano (RMP/AAR). Hasta los curas han metido sus sotanas donde no les corresponde; es que un claro índice del atraso de una sociedad es el grado de influencia que el clero –sea católico, islámico, etc.– tiene en su política interna.

Lo más delicioso de todo va a ser observar al mendocismo votar nuevamente a favor de PPK y terminar así de suicidarse con su “electarado”.