Comerciantes de San Juan de Miraflores. (GEC)
Comerciantes de San Juan de Miraflores. (GEC)

En el Perú, más del 70% de la PEA (población económicamente activa) es informal. Aquel escenario ha sido señalado innumerables veces como una enfermedad, pero lo cierto es que la informalidad es simplemente un síntoma; la verdadera enfermedad son la engorrosa regulación, los sobrecostos laborales y excesivos impuestos. Dado que las regulaciones que deberían servir como una valla para establecer un estándar han servido como un muro de contención que ha convertido la formalidad en un privilegio al que pocos pueden acceder.

Sin embargo, la corporación política legisla de acuerdo a percepciones y no a realidades. Y la realidad es que el Perú ocupa el puesto 76 de 190 en el ranking de Doing Business, que mide la facilidad para hacer negocios en cada país, siendo 1 el más fácil y 190 el más complejo. Además, como mostró el estudio realizado por la Asociación de Contribuyentes del Perú en 2019, los ingresos de 4.5 meses de cada trabajador son para pagar impuestos. Entonces, ¿es viable ser formal cuando de enero a la quincena de mayo se trabaja para mantener al Estado?

Por ello, urge una reforma tributaria, laboral y burocrática para incentivar a que más ciudadanos emprendan y creen puestos de trabajo. Esa es la única receta para reducir la pobreza, la informalidad y los oligopolios, dado que son esas regulaciones absurdas que pocos pueden cumplir las que han generado que haya pocas empresas en ciert rubros.

El Perú no está para experimentos económicos, y depende del Gobierno que se reactive la economía. Si no emprende reformas, no solo la informalidad aumentará, sino que la recaudación tributaria caerá, dejando sin ingresos al Estado, pero, principalmente, condenando a la miseria a millones de peruanos.