José Fernández Latorre, el nuevo director de la DINI, fue comisario en Tacabamba (Cajamarca).
José Fernández Latorre, el nuevo director de la DINI, fue comisario en Tacabamba (Cajamarca).

Para nadie es un secreto la predilección que guarda el presidente Pedro Castillo por sus parientes y paisanos. Ya desde la campaña, chotanos y Castillo(s) componían el círculo más cercano al hombre del sombrero. Y ni bien llegó a Palacio, ese círculo íntimo comenzó a poblar las altas esferas del gobierno, recibiendo cargos importantes que, en la mayoría de los casos, se han percibido como premios.

Es cierto que casi todas las administraciones presidenciales han comenzado poniendo gente de su entera confianza en puestos estratégicos del Estado, pero algunos de estos encargos, por su complejidad o sensibilidad, no pueden entrar en la repartija de premios políticos ni mucho menos caer en manos de personajes con antecedentes dolosos, pues las tareas que tendrán que llevar a cabo son de suma importancia para todos los peruanos.

El nombramiento de un excomisario de Tacabamba, Chota –provincia en la que, al igual que el mandatario, nació José Luis Fernández Latorre–, como jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) ha encendido los reflectores de los expertos en la materia, como informó este diario el último domingo, pues el mayor PNP (r) Fernández estará ahora a cargo de las unidades de Inteligencia de todo el país.

Como bien comenta José Luis Gil, exdirector de Inteligencia del Mininter, son distintos los aspectos que preocupan; el esencial, que tiene cero experiencia a nivel de Inteligencia en el Perú. Y como es coterráneo y amigo del presidente, se confirma que no fue elegido por méritos o línea de carrera. Pero el rosario de denuncias y sanciones que arrastra de su época de policía sí le otorgarían, en cambio, tremendo expertise en manipulación, maniobra y hasta extorsión.

Que un encargo tan sensible se le asigne a un oficial de baja graduación, pero con sendos antecedentes, alarma en modo extremo. El caso de Vladimiro Montesinos y su aventura en el SIN no está lejano. Ya sea por una torpe búsqueda de lealtad total o fruto de algún oscuro cálculo político, el nombramiento de Fernández Latorre merece que la Comisión de Inteligencia del Congreso fiscalice doblemente esa posición. Estamos hablando, además, de un gobierno plagado de personajes –algunos ya convertidos en funcionarios del Estado– con documentadas simpatías, y hasta filiación, con Sendero Luminoso.

En esta parte del siglo XXI, la seguridad nacional, la democracia peruana nunca habían estado en mayor riesgo como la que afrontan en estos momentos.

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