Pongámonos la mano al pecho y hagamos reconocimientos evidentes: ¿tenemos en el Estado capacidad para realizar obras públicas? No. ¿Tenemos superávit espantoso de uñas, especialmente en infraestructuras? Sí. ¿Con estas verdades, los gobiernos locales, regionales y el nacional deben continuar con la responsabilidad y gestión de las obras públicas? No.

Veámoslo con la modestia de nuestras clarísimas incapacidades de gasto y gestión en inversiones públicas. Veámoslo con la simplicidad del corte de uñas al dinero de los monederos y billeteras de todos los ciudadanos. Reeditemos o multipliquemos lo bueno de los Juegos Panamericanos con modelo que incluye cortaúñas e insufla capacidad y responsabilidad súper abundantes de cómo se deben hacer las cosas. ¿Unos ejemplos para ver todo lo contrario? Aquí van:

El Proyecto Majes Siguas II, su súper máquina tuneladora parada desde 2017; unos gobiernos regionales intoxicados de irresponsabilidad y envidia; las uñas burocráticas que impiden todo menos que el proyecto suba de precio y parcelas antitécnicas que harían inviable el proyecto. La carretera Arequipa–La Joya con intercambio vial, túneles mellizos de 700 metros de longitud y puente de 380 metros de largo y 150 de altura sobre el río Chili, todo de dos carriles por sentido, duerme y despierta por siete años el sueño de los injustos y sirve para constatar el estado congelado de las cosas y el palabreo político de un futuro siempre prorrogado, mientras los ciudadanos nos podrimos con una carretera colapsada de autos y camiones.

Una última pregunta: ¿Estamos contentos a la hora de pagar impuestos para la gestión de estos angelitos? No, a todas luces, NO.

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