El voto protesta
El voto protesta

La semana pasada, escribí sobre la posible magnitud y consecuencias que puede tomar el voto inválido en las elecciones congresales extraordinarias, a realizarse a fin de mes. Una lectura antojadiza –propia de una cultura política conspirativa– presume intereses subalternos detrás de mi análisis. Pero, además de que no soy nadie para promover campañas de ese tipo, en dicho texto advierto de quiénes serían los beneficiados por el voto inválido. Los favorecidos serían las minorías políticas sobrerrepresentadas, tanto de izquierda como de derecha. Un voto inválido puede beneficiar a solidarios, como Mario Bryce, y a izquierdistas como Julio Arbizu, por mencionar los protagonistas del “debate” de la semana.

Lecturas menos serias del tema han negado la carga “de protesta” del voto inválido, aduciendo que el mismo procede, principalmente, de errores de los sufragantes al marcar sus preferencias. Por ejemplo, en un ejercicio de #FakeAcademics concluyen que solo el 1% del voto inválido representa un genuino voto de protesta. En contraste, estudios académicos rigurosos como el de Mollie Cohen –publicado en la prestigiosa revista Political Behavior, en 2018– ilustran las características del voto inválido. Apoyada en evidencia empírica del Barómetro de las Américas, Cohen analiza el voto nulo y el blanco en elecciones presidenciales de 14 países, incluido el Perú. El estudio muestra que el voto inválido involuntario es insignificante, a diferencia del voto inválido de protesta. De hecho, Cohen identifica tres tipos de motivaciones que secundan a este voto-protesta: el rechazo al establishment político (motivación antisistémica), el descontento con determinadas políticas (sanción a decisiones de las élites), el desinterés por la política y la sensación de que un voto ya no hace la diferencia (alienación). Los resultados demuestran que la desafección política y la alienación de los electores son los principales motores detrás del voto nulo y del blanco, en contextos de asistencia obligatoria.

Estos determinantes aplican también en elecciones congresales que no han despertado, particularmente, el interés ciudadano. Otra razón que añado para refutar la supuesta relevancia del voto inválido de tipo involuntario es que luego de décadas de práctica de voto preferencial, las mentadas fallas de los electores deberían ser menores. (La gente no es bruta).

Finalmente, el voto inválido-protesta, que sí predomina, socava la legitimidad de los procesos electorales y de la democracia representativa, hoy en crisis. Ninguna de las reformas políticas presentadas por el vigente Ejecutivo aborda directamente este problema.


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