El rey león

"¿Por qué León y no Francisco? León fue el discípulo más querido de Francisco de Asís (siglo XIII). Lo que se sabe de Francisco lo escribió León y lo que se sabe de León lo escribió Francisco”.

Fecha de publicación: 10/05/2025 10:39 pm
Actualización 11/05/2025 – 12:00

“Mire, Bob, usted va y se me hace peruano para que sea obispo de Chiclayo; el primero que no sea del Opus, para que la Iglesia sea menos de los ricos y más de los pobres. Vaya, pues, y saque su DNI ya mismo, que la Iglesia no espera”. En verdad, dijo esto: “… Su eminencia, hay un problema: solo se puede designar obispo a los nacionales. ¿Podrá considerar, como labor pastoral, tomar la nacionalidad peruana?”. Y así fue como Robert Prevost se hizo paisano, para ser un agente de élite sembrado en los cuarteles del Opus Dei, parte de la lucha entre conservadores y progresistas por el control de la Iglesia. También luchó contra el Sodalicio y los crímenes por abuso sexual. En reconocimiento, lo regresaron a Roma, promovido a prefecto del Dicasterio de los Obispos, algo así como ministro encargado nada menos que de seleccionar a los obispos. Ellos son los verdaderos jefes terrenales de la Iglesia, señores exclusivos de un territorio. El papa reina sobre todos, pero solo en asuntos de doctrina; en la gobernanza diaria, en un obispado solo manda su obispo. Los cardenales tienen honores, pero no poder, salvo que les venga por ser obispos o ser parte del gobierno central del Vaticano (la Curia romana). En esa batalla silenciosa entre unos y otros, el papa Francisco logró nombrar a una supermayoría de más del 80% de los cardenales electores. Prevost fue un lugarteniente de esa estrategia. Por eso, la elección del nuevo papa fue una de las más rápidas de la historia. Ayudó que, en las reuniones previas, donde se podía conversar y pactar, los papables se despacharan criticando a Francisco, situándose en el extremo conservador. Al centro no le gustó y atrajo a los progresistas que, juntos, promovieron a Prevost. Enorme sabiduría que enseña que no se gana desde los extremos, sino desde el centro. Prevost, ahora su santidad León XIV, ha sido elegido para continuar la línea progresista, si cabe, de Francisco.

¿Por qué León y no Francisco? León fue el discípulo más querido de Francisco de Asís (siglo XIII). Lo que se sabe de Francisco lo escribió León y lo que se sabe de León lo escribió Francisco. A la muerte de Francisco, León asumió el liderazgo y consolidó la orden de los franciscanos. Así que León es para llamarse ‘seguidor de Francisco’. Pero hay otra sutileza, la de su predecesor León XIII (1878-1903), un papa de un mundo convulsionado por la Revolución Industrial y las luchas ideológicas entre el capitalismo, el anarquismo y el marxismo (siglo XIX). En esa turbulencia, dictó cátedra con su encíclica sobre la Cuestión Obrera (Rerum novarum, 1891). Un resumen: defiende el derecho de los obreros a mejores salarios y, al mismo tiempo, el derecho a la propiedad privada y a la libre empresa. ¿Cómo conciliar? Con la justicia distributiva mediante los impuestos, que no deben ser tan fuertes como para secar las fuentes de la riqueza, y con el ahorro de los obreros para que construyan patrimonio. El Estado no debía intervenir en la economía; no creía en las empresas estatales, creía en el chorreo. De esto hace más de 130 años, un clásico en economía liberal y un precursor del capitalismo consciente. Fue el primer papa sin los Estados Vaticanos, perdidos por su incorporación a Italia (1870); pero llevó la bronca en paz, sembrando los tratados de los que nacería el Vaticano actual (1929). Desmontó diferencias para reconciliar a la Iglesia con el Imperio alemán y con la Tercera República francesa. España, Alemania y el Reino Unido lo llamaron para arbitrajes; Rusia y los Países Bajos le pidieron convocar conferencias de paz. Desde entonces, unos más que otros, los papas tienen liderazgo mundial desde el que pueden influir. Por eso, dejando la humildad con que se le vio pastorear en el Perú, León XIV recuperó los símbolos del papado desechados por Francisco, porque el hábito no hace al monje, pero sí al estadista, y León XIV quiere dictar cátedra en los problemas terrenales. Por eso, al saludar desde el balcón, más que dar la bendición, leyó un discurso por escrito —para no improvisar— como plan de gobierno de presidente recién elegido. En eso será también diplomático; tendrá que ir conciliando, porque el papa influye, pero no gobierna. Rezaremos por usted para que a todos nos vaya mejor. Amén.

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