El poder, lealtad y traición II

"Cuando se deja el poder viene el vacío, la dejación, el ninguneo, la traición. Unos pocos guardarán prudente distancia. Otros, los menos, desaparecerán del mapa". 

Fecha de publicación: 25/04/2025 9:54 pm
Actualización 26/04/2025 – 12:05

 

Vimos distintos ejemplos de lealtad y traición que se viven desde el poder. Podríamos continuar con otros no menos emblemáticos. La relación entre el presidente y los vicepresidentes. Dado que los vicepresidentes tienen vocación de presidentes, estos siempre recelarán de aquellos manteniéndolos al margen de la toma de decisiones de gobierno. Solo son figuras decorativas. A pesar de que la Constitución dice que el vicepresidente se encarga del despacho en ausencia del presidente, en la práctica se limitan a presenciar el izamiento de bandera en el patio de Palacio para salir de inmediato por la puerta trasera. No pisarán la oficina presidencial y nadie les hará caso. No tienen cargo efectivo ni salario. En el pasado alguno se “autoexilió” como embajador, a la espera de que la diosa fortuna toque su puerta haciendo realidad su caro anhelo.  

En el caso del expresidente Pedro Castillo y su burdo intento de golpe de Estado, algunos de sus conspicuos colaboradores participaron hasta el final en ese bochornoso evento —que siempre supone un concierto de voluntades— y por eso soportan un severo juicio donde se vaticina una severa condena. Pero otros que participaron de la interna de Castillo, apenas vieron su fracaso tomaron las de Villadiego y a la Iglesia me llamo.  

Un general autodenominado “war machine”, sin mucha sangre en la cara, estuvo en ascuas esa mañana en el Comando del Ejército, a resultas del golpe. Fracasado este, salió corriendo y, desde su auto, llamó a la prensa para acusar el golpe de Estado señalándose como “institucionalista”. Un felón.  

El fin de semana anterior al golpe se hicieron dos cambios estratégicos: (i) La DINI y (ii) el Ministerio de Defensa. De manera obvia se preparaba el golpe de Estado y esos puestos eran capitales. Sin embargo, el hoy brevísimo ex-Mindef es el principal detractor de Castillo y no ha tenido mejor idea que calificarlo de “estúpido”. La mejor defensa es el insulto. Un traidor.  

Hay otro ministro que también estuvo dando vueltas por el Despacho Presidencial en los instantes del golpe. Especialista en defensas a ultranza y sobonería mayor.  Apenas vio el fracaso de la asonada salió corriendo a presentar su renuncia. Hoy ha mudado su querencia y adulación hacia otro conspicuo candidato, que insiste en postular pese a tener tres inhabilitaciones del Congreso. Un desleal. 

Cuando se deja el poder viene el vacío, la dejación, el ninguneo, la traición. Unos pocos guardarán prudente distancia. Otros, los menos, desaparecerán del mapa.  Poder, traición y lealtad son elementos consustanciales en la vida que se transparentan y exacerban cuando de cargos públicos se trata. Son pulsiones que se deben manejar y contener con altura. Hay que saber tomar un cargo público con prudencia y humildad y poder dejarlo con dignidad. 

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