(AFP).
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Cuenta la historia que Fidel Castro, en una entrevista en 1973, acerca de las posibilidades de reabrir las embajadas con EE.UU., dijo en tono de burla: “Será después de que un negro sea presidente de EE.UU. y un latinoamericano llegue a ser Papa”. En el gobierno de Obama se logró restablecer las embajadas. Con Donald Trump esta reapertura se acabó.

El 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, arzobispo y presidente de la Asamblea Episcopal de Buenos Aires, salió elegido nuevo Papa después de una quinta votación. Escogió Francisco como nombre, siendo el primer Papa de la orden de los jesuitas. Desde un inicio tuvo que abordar la difícil y resbaladiza tarea de luchar contra el encubrimiento de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y algunos obispos.

Desde cuando era un simple sacerdote, mantuvo una singular preocupación y comprensión ante la crítica vida de las personas homosexuales. Ya como obispo, y después como papa Francisco, hizo público este sentir en polémicas entrevistas con declaraciones francas y comprometidas.

Pero el miércoles pasado, en el documental estrenado en el Festival de Cine en Roma, claramente dice que apoya las legislaciones que favorecen a la unión civil entre personas del mismo sexo. Pero, además, declara: “Son todos hijos de Dios y tienen derecho a una familia”. Para unos, criticando la exclusión de su familia.

Pero, para otros, ha generado controversias entre los que consideran que el núcleo familiar lo componen el papá, la mamá y sus hijos. Pero los homosexuales en unión civil exigen poder adoptar a niños o conseguirlos con óvulos o semen congelados, según el caso, de la pareja homosexual y con un tercero. Y también tener una familia.

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