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El miedo de los poderosos
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Esta semana, Dionisio Romero Paoletti, presidente del directorio de Credicorp, declaró que había entregado más de tres millones de dólares en efectivo a Fuerza Popular para la campaña electoral de 2011. Calificó a dicha decisión de “responsable”, justificada en la “amenaza (…) que representaba el chavismo para los peruanos y la economía del Perú”. Y es que, recordemos, la por entonces “radical” candidatura presidencial de Ollanta Humala había despertado los más profundos temores entre nuestras élites. A tal punto que otros grupos empresariales sumaron fondos financieros para la postulante rival (Keiko Fujimori), así como para una campaña a favor de la “inversión privada”.
El miedo es otro de los grandes movilizadores en la política. Incorporándose a una dinámica de odios y rechazos amalgamados, estructurada fundamentalmente en divisiones sociológicas, el miedo alimenta a grupos “antis”. El pavor histórico de nuestras élites a la plebe se ha expresado en modalidades consideradas por ellas como “temerarias”. La sublevación del aprismo contra la oligarquía y el comunismo internacional fueron, en el siglo XX, las principales expresiones de esos miedos politizados. La irrupción de Sendero Luminoso convirtió el peligro en terror y todo el campo de la izquierda fue asociado con distopías de caos y subdesarrollo. Ya en el siglo XXI, el apogeo del chavismo y su influencia continental actualizaron el anticomunismo en una versión más adversa al populismo y sus procesos constituyentes.
¿A qué le teme el poder económico cuando confiesa al chavismo como su “amenaza”? Sin dudas, a la posibilidad de políticas estatistas que afecten su posición de dominio, las que pudiesen implicar –incluso– la expropiación de sus bienes. También al posible impacto de medidas económicas populistas en los intereses públicos, lo cual trasluce su rechazo ideológico. Se trata principalmente de un mecanismo de defensa del propio establishment para proteger sus intereses.
No obstante, con posterioridad a la campaña de 2011, el temor al socialismo bolivariano se ha generalizado entre todas las clases sociales del Perú. El éxodo venezolano que atestiguamos cotidianamente hace palpable el temor, nutriendo al antichavismo local contundentemente. Este “anti”, que asoma su influencia en el venidero “doble año” electoral, despierta más miedos que el fracaso del sistema chileno, a pesar de la situación caótica y violenta que vive el país austral. Porque al poder económico que ha visto la amenaza en el rival ideológico (chavista) le cuesta reconocer la rabia movilizada y el desorden que cobija a quien ha considerado su “modelo” (de reformas de mercado).
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