En plena era de las comunicaciones, resulta inadmisible quedarnos en silencio frente al discurso pronunciado por la presidenta Dina Boluarte por los 204 años de independencia del Perú. Todo en él pareció pensado para no ser realmente escuchado: 97 páginas, más de cuatro horas de duración, infinidad de cifras sin contexto y hasta una lectura parcial. Por eso, los comentarios giran más en torno a la forma que al fondo, a las ideas que podía contener.
Si lo pensamos desde lo formativo: más de cuatro horas de palabras que no educan ni inspiran. ¿Qué aprenden niñas, niños y adolescentes de este tipo de mensajes? Refuerzan su desconexión con la política y confirman que no son parte de las prioridades del país. El discurso fue excluyente, sin una narrativa clara de las políticas públicas, sin un lenguaje cercano y empático. Pareciera que tuvo la intención de transmitir: te hablo, pero no quiero que me escuches; por ende, que no me cuestiones.
Este tipo de discursos alimenta el rechazo a la política y refuerza la percepción de que los líderes gobiernan para intereses lejanos y no para las necesidades reales de la ciudadanía.
En los colegios buscamos que nuestros estudiantes se interesen por los problemas reales del país, que sean empáticos, que tengan una buena comunicación, que no solo se base en lo que se dice, sino en cómo se dice, pensando a quién va dirigido y lo que quieres transmitir. Hablar durante horas, sin pausas, sin conexión emocional ni claridad, no informa ni moviliza: impone. Y eso fue lo que transmitió el mensaje presidencial: autoritario más que democrático.
Como docentes y familias, tenemos la responsabilidad de no dejar pasar este tipo de momentos. Debemos conversar en clase o en casa, preguntar a niños, niñas y adolescentes qué entendieron, qué sintieron y qué temas creen que se debieron abordar. Incluso podemos proponer, con ellos, una lista de los asuntos pendientes sobre los que la presidenta sí debió rendir cuentas.
Quizá así podamos rescatar algo útil de este discurso: usarlo como contraejemplo para enseñar lo que sí debe ser una buena comunicación: clara, empática y comprometida con el futuro de todos.