La comunidad internacional ha asistido, espantada, a la juramentación de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela por un nuevo periodo. Una toma de posesión realizada en medio de turbulencias callejeras, detención de opositores y un descrédito político pocas veces visto en la región.
Con la notoria ausencia de mandatarios y altas autoridades de otros países, salvo la de dos presidentes tan ilegítimos como Maduro, Daniel Ortega, de Nicaragua, y Miguel Díaz Canel, de Cuba, la ceremonia no tuvo el menor lustre. Ni siquiera países amigos o aliados del dictador como Rusia, China o Irán se tomaron la molestia de enviar representantes de alto nivel, pues prefirieron estar representados por funcionarios de segundo orden.
Y no se trata de un detalle menor, pues este ausentismo de dignatarios habla a las claras tanto del aislamiento del régimen como de la nula credibilidad de las elecciones presidenciales que celebró y manipuló en julio pasado. Maduro insiste en seguir ocultando las actas electorales, a pesar de que la evidencia recogida por ONG internacionales evidencia una victoria amplia del candidato opositor.
Justamente, Edmundo González Urrutia, quien debería haber sido reconocido ese día como presidente legítimo de Venezuela, iba a regresar del exilio para sumarse a la protesta contra el fraude, pero la lideresa de la resistencia democrática en el país, María Corina Machado, le pidió ayer durante su pronunciamiento público en contra de la farsa montada por el autócrata, que de momento no lo haga.
“En su paranoia delirante, el régimen no solo ha cerrado el espacio aéreo de Venezuela, sino que ha activado todo el sistema de defensa aérea. Por lo tanto, evaluado todo esto acordamos que no es conveniente que el día de hoy Edmundo ingrese a Venezuela. Le he pedido que no lo haga porque su integridad es fundamental para la derrota final del régimen y la transición a la democracia que está muy cerca”, dijo la lideresa. Pero que su compañero de batalla contra el chavismo corrupto no vaya a arribar a Venezuela como se esperaba, no detendrá la lucha de los patriotas venezolanos.
El secuestro al paso de María Corina Machado –tuvieron que soltarla por temor a la presión internacional– parece anunciar el reinicio de una represión tan dura como la que precedió a las elecciones presidenciales de julio. Las democracias de América y del mundo, que en su mayoría han mostrado su repudio a la farsa, tendrán que permanecer alertas.
El dictador se habrá hecho de todo el poder del Estado, pero los demócratas en Venezuela no están solos en su lucha.
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