@CamilaBozzo1
Ana Estrada padece una enfermedad degenerativa que ha ido debilitando sus capacidades motoras hasta el punto de volverla completamente dependiente de asistencia médica. Pero eso no ha impedido que lidere una cruzada por la muerte digna y que haya logrado poner este sensible tema en el debate público.
Hace un año logró que la Defensoría del Pueblo asumiera su caso y presentara una demanda de amparo para que se le reconozca su derecho a morir dignamente y no se aplique el artículo 112 del Código Penal que tipifica la eutanasia como delito. Estamos a puertas de que el Poder Judicial se pronuncie.
La semana pasada su lucha tuvo eco en el Congreso, donde se ha presentado el primer proyecto de ley que busca despenalizar la eutanasia y así atender su reclamo y el de todas aquellas personas que, precisamente porque aman la vida, creen que debe vivirse con las mínimas condiciones de dignidad.
El proyecto busca regular el derecho de las personas a pedir ayuda médica para terminar con su vida cuando tengan una enfermedad grave o incurable, y genere mucho sufrimiento físico o psicológico.
El médico tratante se pronuncia sobre la petición hecha por el paciente (aunque también tiene el derecho de objeción de conciencia), pero su decisión luego es revisada por un Comité de Ética. Con esto se busca garantizar que la eutanasia se aplique únicamente en los casos regulados por la ley: extremos e irreversibles.
El derecho a la vida digna va más allá de la mera subsistencia, entraña la posibilidad de desarrollar un proyecto personal y de darle sentido a la propia existencia ¿Quiénes somos nosotros para forzar a alguien a continuar viviendo si esa persona considera que la grave enfermedad que padece no le permite desarrollar su proyecto de vida? Frente a esta dolorosa realidad, corresponde que como sociedad empaticemos y, por lo menos, comencemos a discutir sobre el derecho que tienen a decidir, de manera responsable y autónoma, sobre su propia muerte.