La elección de Robert Francis Prevost Martínez, de 69 años, como sumo pontífice de la Iglesia católica ha llenado de regocijo al catolicismo local. León XIV, como será llamado de aquí en adelante, es norteamericano de nacimiento, pero tiene también pasaporte peruano y quienes lo conocen afirman que su corazón es más chiclayano que el arroz con pato.
El emotivo saludo que, en impecable castellano, le mandó a su “querida diócesis” norteña durante el primer discurso público que dio desde el llamado balcón de San Pedro, no dejó lugar a dudas. Como tampoco dudan los entendidos en materias vaticanas que el suyo será un mandato con enormes desafíos y responsabilidades.
Los 38 años que ha pasado en el Perú –desempeñándose, primero, como misionero agustiniano hasta llegar finalmente al obispado de Chiclayo– antes de que el papa Francisco lo llamara, en 2023, para que trabajara a su lado en Roma, como prefecto del Dicasterio para los Obispos, lo deben haber familiarizado con la realidad del tercer mundo y especialmente la que vive la feligresía latinoamericana.
En la línea de su antecesor, Prevost ha manifestado muchas veces una activa solidaridad y preocupación por los desposeídos, la indefensión de los migrantes y los daños al medioambiente. No está de más hacer notar que el nombre que eligió fue el mismo que León XIII, autor de la Doctrina Social de la Iglesia.
En el Perú se le reconoce, además de su labor pastoral, por su firme postura en la investigación de los abusos sexuales cometidos por el Sodalicio de Vida Cristiana.
Sin embargo, en su primera alocución como líder espiritual del catolicismo se mostró conciliador, recordando al papa Francisco y su lucha por “construir puentes” para lograr una “paz que incluya a todos”. Un tema que, sin duda alguna, debe haber pesado en la votación final de los cardenales.
En un momento en que una de las grandes potencias mundiales como es EE.UU. está cambiando el rumbo de la economía y la política planetarias por sus maniobras contrarias al libre mercado, la independencia de poderes, la libertad en la educación y que se ha empeñado en perseguir a los migrantes, nada menos casual que la elección de un papa estadounidense.
Porque, pese a que se le consideraba el brazo derecho de Francisco, Prevost es conocido también por su capacidad de diálogo y su moderación y cautela para expresarse. Y nada mejor que esos atributos para darle un contrapeso espiritual a la altisonancia de tanto discurso extremista.