“¿Acaso no ve por dónde van los carros?”, me espetó una sulfurada policía de tránsito. Iba al volante en medio del caótico tráfico de la avenida Tacna, en el Cercado de Lima, y, al doblar a la derecha por el jirón Ica, no existía ningún letrero, ninguna señalética, tampoco una pintura en la pista y ningún vehículo circulando; únicamente la reprimenda policial.