A menos de dos años de las elecciones, el mundo empresarial proyecta la realidad con un candidato de consenso. Esta realidad también se presenta como alternativa para los partidos y para los líderes políticos conocidos.

El fantasma de lo que sucedió hace ya tres años, la atención desmedida que se le da a radicales que fuera de ese mundo no calan en la población, sumados al temor de la atomización de partidos y proyectar la posibilidad de tener un Congreso con 40 agrupaciones son el sustento principal para esta lectura de la realidad desde la clase empresarial y política.

Sin embargo, sabemos que el consenso en política solo se produce cuando se enfrentan dos coaliciones ideológicamente opuestas, y pasa a ser irreal cuando los celos, ambiciones y pugnas de poder prevalecen por sobre los intereses del país, cuestión propia de la política peruana.

Lo anterior, otra vez, pasa a ser una película repetida.

Leer un proyecto país desde la realidad de algunos empresarios y de los políticos de siempre es justamente lo que la izquierda ideológica espera.

Que se repita el error, que los mismos de siempre se agrupen, que se negocien cupos, espacios, intereses partidarios, dejando de lado, otra vez, la realidad, y de esa manera mantener la invisibilidad de los reales problemas que afectan e interesan a los ciudadanos.

Casi dos años para romper la inercia de un ciclo obsoleto de política y políticos para iniciar un nuevo ciclo en la política peruana, que no solo es necesario, sino que todos los indicadores demuestran que es lo que espera la gran mayoría de los peruanos.

Por lo tanto, aceptar y darle validez a esa realidad irreal va en sentido contrario a las ideas que debemos leer en los ciudadanos.

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