Fujimori dejó el jueves una clínica local y se dirigió a su nuevo domicilio en La Molina, tras recibir el indulto humanitario en Navidad. (EFE)
Fujimori dejó el jueves una clínica local y se dirigió a su nuevo domicilio en La Molina, tras recibir el indulto humanitario en Navidad. (EFE)

El indulto a Fujimori no ha logrado fortalecer la aceptación de Kuczynski. Su aprobación es de 23%, incluso menor a la aceptación del Poder Judicial, que llega al 26% (Ipsos, enero de 2018).

Las encuestas coinciden en la percepción de la gran mayoría sobre un acuerdo político y no el estado de salud, como la razón fundamental del indulto. En ese escenario, el que más ha ganado es Kenji Fujimori, quien ha subido su aprobación y ya es percibido como presidenciable.

Por otro lado, las fricciones parlamentarias parecerían buena noticia para el débil gobierno de PPK. A pesar de renuncias ministeriales y congresales, en la que ya era una bancada desarticulada, el Ejecutivo podría enfrentar con su nuevo gabinete una oposición menos hostil por disputas en Fuerza Popular (keikistas vs. kenjistas), Apra (Mulder vs. Del Castillo) y la izquierda fraccionada.

Han marchado detractores y defensores del indulto. Si bien las movilizaciones de los detractores han sido más concurridas, no han logrado aún un efecto potente. Resulta más masivo el desinterés por la política que tiene la mayoría.

En semanas, la Corte-IDH analizará el indulto, mientras se mantiene el cuestionamiento al derecho de gracia por el caso Pativilca (asesinatos del grupo Colina en 1992). La falta de precedentes en la
Corte-IDH no son motivo para descartar un eventual fallo cuestionando al Estado peruano y la posibilidad de anular el indulto.

El final de la crisis política no asoma y la reconciliación suena hoy a deseo utópico.

Al Gobierno le toca trabajar eficazmente por la reconstrucción del norte y la formalización en el país, diciendo menos frases trilladas.