(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Antes del anuncio del presidente, el 28 de julio, la evolución económica desaceleraba en un contexto de aumento de incertidumbre, por factores internos y externos. En este último grupo estaba el recrudecimiento de la guerra comercial entre EE.UU. y China. En el interno, el ruido político era determinante.

En ese contexto llega el discurso. Durante el 90% de este se explicó lo qué se había hecho y se anunciaron planes, en especial los de competitividad e infraestructura. Inclusive se hacía referencia a los próximos cinco años, algo que en cualquier situación incluía al nuevo gobierno. Y en el último tramo del discurso se anuncia el pedido de una reforma constitucional para adelantar las elecciones a 2020.

Durante los siguientes meses solo se hablará del tema político. Ello le agregará más incertidumbre a la economía, al menos a corto plazo. Procuro no ser pesimista, pero ¿alguien cree que en estas circunstancias será viable Tía María? ¿Podemos pensar que los planes anunciados podrán implementarse? ¿Cómo crecerá la inversión si el elemento decisivo es la certidumbre del entorno político?

No sabemos qué pasará en el campo político. Si todo sale como el Gobierno espera, ¿tenemos una idea de qué candidato/a aparece con posibilidad para la elección de 2020?

¿Y qué pasaba si no se decía nada? Pues el conflicto Ejecutivo/Legislativo hubiera seguido. Y eso también era un problema. Hemos caído en una disyuntiva que por cualquier camino dañaba la economía, que en cualquier escenario continuaría frenándose. Por eso la mayoría de analistas ha reducido las expectativas de crecimiento para este año y el siguiente. La política determinará la economía durante los siguientes, al menos, dos años.