Subidón cebichero. Foto: Ministerio de Cultura
Subidón cebichero. Foto: Ministerio de Cultura

En medio de días tan enturbiados por los sucesos políticos, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) nos dio una gran noticia a los peruanos: consagró a nuestro sabroso y universalmente apreciado Cebiche al reconocerlo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, nada menos.

En realidad, como para hinchar el pecho y, digamos, volver a ampararnos en las maravillas de nuestra cocina para disipar los sinsabores que nos otorga la crisis económica, aunque sea por un prolongado instante.

La Unesco aprobó la propuesta del Perú titulada ‘Prácticas y significados asociados a la preparación y consumo del cebiche, expresión de la cocina tradicional peruana’, que ponía en valor la comida peruana y el trabajo que se realiza en el país por mantener viva esta milenaria cultura.

Este reconocimiento tiene un valor simbólico enorme, para empezar, para la autoestima nacional, que tan de capa caída anda debido a tanto enjuague entre gobernantes, fiscales, congresistas, políticos… y quién sabe si hasta por las últimas –y desastrosas– derrotas futbolísticas.

De hecho, se trata de un reconocimiento que nos pertenece a los peruanos como cultura. Porque en esta oportunidad no se está premiando el talento y la creatividad individual –galardones internacionales que con justicia vienen cosechando distinguidos chefs locales– sino otorgándole el sitial que se merece a un legado culinario que ha sido y es obra colectiva del pueblo peruano.

Un plato de bandera que, a través de técnicas y saberes transmitidos de generación en generación, integra insumos del mar de Grau, así como de la costa, la sierra y la montaña de nuestro territorio. Y no olvidemos que pasamos a compartir este sitial con potajes de otras cocinas ya consagradas por la Unesco como son la mediterránea, la italiana, la francesa, la japonesa o la mexicana, que han sabido usar ese reconocimiento para potenciar sus culturas y economías.

De ahí que lo segundo –pero en modo alguno secundario– sea aprovechar este, como se dice, subidón del prestigio cebichero en el mundo para fortalecer los lazos entre la gastronomía y el turismo: una industria generadora de empleos, cohesión social y orgullos patrios que se debe apoyar decididamente desde las instituciones privadas y públicas de todo el país.

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