Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio fue nombrado como Arzobispo de Lima. (Renzo Salazar/GEC)
Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio fue nombrado como Arzobispo de Lima. (Renzo Salazar/GEC)

Las distintas declaraciones que ha dado el trigésimo tercer arzobispo de Lima y primado del Perú, Carlos Castillo Mattasoglio, se han sentido entre la feligresía local como si en la Iglesia hubieran abierto ventanas largamente clausuradas, que, para muchos, eran la razón de que la institución estuviera tantos años en la oscuridad.

Pero como la luz no hace daño, sino todo lo contrario, el nuevo pastor ha comenzado su decurso espiritual predicando la transparencia como condición de credibilidad, “pues la Iglesia –y menos la jerarquía eclesial– no puede ser cómplice de abusos y delitos”, toda una prometedora declaración de integridad en tiempos en que la institución católica es remecida por acusaciones e investigaciones sobre conductas indebidas de malos prelados en distintos países. Y a la actitud de sus antecesores, de cerrarse en banda ante las denuncias que se acumulaban año a año, el papa Francisco le ha dado un giro con el que, con la verdad como emblema, ha comenzado, si no a apoyar, por lo menos a no entorpecer investigaciones de públicos y notorios escándalos eclesiásticos que antes se silenciaban.

Siguiendo estos lineamientos es quizá que monseñor Castillo fue tan específico al recordar que “el Papa felicitó a los periodistas que hicieron denuncias muy serias (contra) la Iglesia. Nosotros pensábamos que defenderla era mejor para callar a los periodistas, pero en el fondo (ellos) estaban haciendo lo que los profetas decían: que el problema existe y que hay que cambiar”.

Como se sabe, el arzobispo de Piura, José Eguren Anselmi, ha llevado a juicio a los periodistas Paola Ugaz y Pedro Salinas, acusándolos de difamación, por haber sido mencionado en sus investigaciones sobre los abominables abusos sexuales del Sodalicio de Vida Cristiana en el Perú, muchos de los cuales fueron luego debidamente corroborados. Un estilo de intimidación oscurantista que a no dudarlo proviene de esa vieja Iglesia que estos nuevos vientos de transparencia y renovación buscan transformar.