(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)

La lista de los pendientes con que se encontrará Dina Boluarte ni bien se siente en el sillón de Pizarro es larga. No obstante, el prioritario, urgente, es el relanzamiento de la economía y de la inversión privada, duramente golpeadas durante la gestión del ahora encarcelado Pedro Castillo.

En este punto es preocupante recordar que la actual presidenta lanzó, hace algunos meses, una cuestionable y extraviada perorata antiminera durante el marco del Foro Económico Mundial de Davos.

Ya en calidad de jefa del Estado y consciente de lo que representa la minería para el país y las regiones, debería aclarar públicamente que una de las apuestas en su gestión será destrabar la marcha de los grandes proyectos mineros que lo requieran. Como se sabe, no son pocos los que hoy se encuentran atascados en conflictos sociales que parecen no tener fin, pese a los graves daños económicos que causan a sus regiones y al país en su conjunto.

Para ello, deberá fortalecer la oficina de conflictos sociales del Ejecutivo y reclutar a profesionales con experiencia y conocimiento para negociar y solucionar, lo más pronto posible, estos problemas.

Adicionalmente a la reactivación económica y la generación de empleo, deberá poner también entre sus prioridades la lucha contra la inseguridad ciudadana, pues la delincuencia se ha desbordado, no solo en las grandes ciudades del país. Una tarea para la cual es indispensable se restañen las heridas institucionales en la PNP, causadas por el permanente maltrato recibido a manos de su infausto predecesor.

El éxito de estos retos dependerá de los funcionarios que Boluarte designe, por supuesto, en reemplazo de la caterva de incompetentes y corruptos –y hasta personajes vinculados a la subversión terrorista– que se convirtieron en funcionarios del Estado como pago de favores políticos. El paisanaje y las lealtades sindicales o partidarias deben ser desterradas como palanca laboral en las planillas de la administración pública

Desde ministros hasta directores y jefes, todos estos cargos deben volver a ser ocupados por servidores idóneos. Solo así el Perú logrará dejar atrás la pesadilla de venalidad e incompetencia que significó el paso devastador de Pedro Castillo –familia, correligionarios y paisanos– por la Presidencia de la República.