(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

¿El momento ha llegado”, dijo el congresista Edward Málaga al presentar ayer la moción de vacancia contra Pedro Castillo. Su propuesta tiene 67 firmas comprometidas formalmente; pero entre quienes han dicho que no firmarán, aunque sí votarán a favor, sumados a algunos pro-oficialistas que lo están pensando, el número podría crecer.

En palabras del propio Málaga, “pasaría (así) los 87 votos”.

Ahora bien, no le falta razón al congresista, es el momento. El gobierno ha dejado sentado por escrito, en un acta de la PCM, su vocación golpista al quedarse a un paso de la disolución del Parlamento luego de interpretar ilegalmente como una “denegación fáctica” que no se aceptara la cuestión de confianza solicitada por Aníbal Torres.

“Ya es un punto insostenible de inmoralidad al que se ha llegado. No se trata del presidente, sino del futuro del país, de la democracia”, insistió Málaga. Y es verdad. Las denuncias o destapes de actos de corrupción alrededor del mandatario y sus allegados, que se han sucedido una tras otra en los últimos meses, no solo no han amenguado, sino que, por el contrario, van en aumento.

En días recientes hemos visto al jefe de la DINI ir preso bajo la sospecha de haber desviado fondos para comprar el silencio del exsecretario presidencial Bruno Pacheco, y eliminar pruebas a pedido del propio mandatario. ¿Cómo se puede sostener una presidencia en estas condiciones? “Incapacidad moral permanente”… es incluso decir poco. Hablamos de delitos casi flagrantes.

Es más, ¿cómo puede estar al frente del Ejecutivo y del país una persona que ocupa su tiempo y el de sus ministros básicamente en defenderse de las graves investigaciones en su contra y, por supuesto, a atacar a quienes denuncian o investigan estos reiterados actos dolosos? El llamado del congresista Málaga para que otros de sus colegas se adhieran a la moción y la firmen, es más pertinente que nunca.

El Perú no se merece un día más hundido en la profunda crisis política en que se encuentra. Una crisis que está ahuyentando las inversiones a otros países, y sumando mayor pobreza a los indicadores demográficos del país. Sin olvidar, cómo no, que la inacción e ineptitud del gobierno mantiene a nuestras principales ciudades desbordadas por la delincuencia.

Esto tiene que parar ya. Es el momento.