El gobernador de Puno dice que en su región no hay narcotráfico: “Son falacias de la prensa limeña”, afirma en una entrevista a La República en la que busca perfilarse como el Evo Morales peruano.

Habla del modelo boliviano como si no se tratara del viejo y fracasado estatismo, el que convirtió la minería y la producción de energía en el Perú, no en un elefante blanco, sino en un paquidermo moribundo.

Las cifras confirman que la recuperación de la minería en nuestro país comenzó en 1993 con el retorno de la inversión privada a esa actividad estatizada después del golpe militar de Juan Velasco. El PBI de la minería metálica creció en una tasa de 10% entre 1993 y 1999. Y se expandió al 14.5% en 2007, pero en las regiones del interior del país, sin contar Lima, llegó al 28% en promedio.

Construir una fuerza política a partir de un discurso nacionalista y separatista es atravesado: la nación aimara, como los otros pueblos que forman el Perú, está en todo el país; pretender una marcha constante de los aimaras más pobres y manipulables para exaltar la conflictividad y servir los intereses políticos de una izquierda radical y mercantilista, como la que representan Evo Morales y su pupilo peruano, puede pasar pronto de perverso a inhumano.

Pero no es solo eso. Las autoridades nacionales deben preguntarse a qué se refiere Aduviri cuando habla de una “industrialización sin perder identidad en Puno”. Los vicios sociales y los graves problemas de informalidad y corrupción que afectan a esa región no son una falacia; el norte de Puno sufre el asecho de traficantes y productores de cocaína, mientras que en el sur la explotación de oro ilegal contamina, esclaviza y le roba al Perú; esto, además, del conocido contrabando.

Entonces, ¿a qué industrialización se refiere Aduviri? ¿Qué es eso de “proceso histórico de desarrollo de los pueblos andinos”? ¿Acaso pretende legitimar el pandemonio?

¿Se haría el nuevo gobernador de Puno el loco frente al narcotráfico, la minería ilegal y el mercado negro? ¿Y justificaría su “distracción” con el populismo político y económico del que hace gala?

¿Se imagina a sí mismo explotando el litio desde su sillón de gobernador?
En una democracia, los caudillos salen sobrando.

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