ONPE informó que el problema no podrá ser atendido. (Foto: El Comercio)
ONPE informó que el problema no podrá ser atendido. (Foto: El Comercio)

Hace cinco días y, en medio de todos los acontecimientos políticos que nos tocó vivir esta semana, cayó la banda criminal Los Charlys del Sur. En realidad, una organización robaterrenos encabezada por el actual alcalde de Punta Negra y por el candidato a la alcaldía que lo sucedería.

Willington Ojeda, alcalde hasta el 3 de octubre, día de su captura, y Miguel Ángel Samán, aspirante a sucesor, traficaban tierras sin ningún pudor. A ellos y a sus secuaces la Fiscalía los acusará de corrupción de funcionarios, cohecho y usurpación agravada.

Pero en los últimos 12 meses, solo en Lima, habían caído otros cuatro alcaldes. Y un quinto había sido condenado a tres años con prisión suspendida, por delito contra la administración pública.

Los cinco habían llegado a los municipios de sus distritos aupados por el partido político Solidaridad Nacional y, según el propio Luis Castañeda Lossio, promovidos por su ex socio político, José Luna Gálvez, actual promotor de la agrupación Podemos por el Progreso de Perú.

Quizá el caso más escandaloso fue el de Elías Cuba, alcalde de La Victoria, acusado de encabezar la banda Los Intocables Ediles, con la que se enriquecía cobrando cupos cuando no extorsionaba a comerciantes y empresarios de su jurisdicción. Pero el alcalde de Santa Rosa, Carlos Arce, no se quedó atrás. Arce resultó ser el cabecilla de Los Malditos de Santa Rosa, una organización dedicada a traficar terrenos, que en el camino disparó, golpeó y mató a varios de sus vecinos.

El de Villa María del Triunfo, Ángel Chilingano, también extorsionaba a familias, comerciantes y empresarios de su distrito que se negaban a pagarle cupos, y el de San Bartolo, Jorge Luis Barthelmess, giraba y cobraba cheques a nombre de proveedores fantasmas.

Felizmente, los cinco mencionados están en la cárcel, pero nunca debieron ocupar el sillón municipal.

Hoy vamos a elegir nuevas autoridades. Votemos por candidatos sobre los que no pesen dudas ni sombras.

Según todas las encuestas, los peruanos identificamos la corrupción en el Estado como el mayor problema que enfrenta nuestro país. Para luchar contra ella asumamos cada uno de nosotros la parte de la responsabilidad que nos corresponde por haberlos elegido y hagamos todo lo que esté en nuestras manos para no repetir el error.

Los políticos mal intencionados suelen ser los mejores teatreros. Que su demagogia no nos envuelva.

Descartemos a los aspirantes sobre los que recaigan sospechas de corrupción y pasado turbio o peor, siniestro, pero también a los ineptos, a los que no tienen cómo sustentar una sólida trayectoria. La mediocridad, ensamblada a la arrogancia, puede ser la madre de los peores vicios.

No necesitamos un Adán que llegue para reinventarlo todo. Así nunca saldremos de los enormes problemas que enfrenta Lima y que hacen nuestras vidas cotidianas más difíciles.

Quien lidere nuestra ciudad, el distrito o la provincia, debe ser una persona proba, que pueda predicar con el ejemplo y que, sobre todo, tenga el carácter y la personalidad para rectificar sobre lo andado y avanzar.

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