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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

No me sorprende este triste e inmerecido fin de la estúpidamente apodada "ley Pulpín" (muy nerd la chapa). No se hace una reforma de ese tipo al final del gobierno y menos si no se tiene una estrategia adecuada de comunicación. Y pudieron salvarla apenas comenzaron las protestas si bajaban la edad de 16 a 21 años y excluían a los universitarios (eso acababa con las marchas). Pero Segura y Ghezzi han demostrado ser un par de necios que no saben escuchar…

Tampoco es que el entierro de esta ley sea como para cortarse las venas (no creo que iba a tener mayor impacto), pero significa el fin de las reformas, ha ahondado las divisiones en el gobierno, ha desprestigiado aún más al Congreso, ha satanizado al "neoliberalismo" (cuando la ley es dirigirista y no liberal. El liberalismo no hace "ingeniería social") y puede significar que la calle mande hasta que se acabe esta administración.

Lo más patético es que hemos visto a chiquillos tontuelos jugando a las protestas para oponerse a una fórmula que trataba de procurarles empleo y capacitarles laboralmente para que sean productivos. Lo más nauseabundo es haber escuchado a demagogos extremos como Yonhy o como se escriba ese supuesto nombre. ¿Por qué no va a un juez y se lo cambia? Lescano soltar los disparates más absurdos. ¿Es tan limitado de verdad o lo hace por fastidiar?

Lo más risible es haber comprobado que los izquierdistas (Rosa Mavila, Veronika Mendoza, Dammert, Tejadita, etc…) no tienen remedio; para ser rojo realmente tienes que tener un serio problema cognoscitivo, una incapacidad natural para entender lo más elemental de economía… ¿Es por tontos o por fastidiar?