(GEC)
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Es normal que a siete meses de las elecciones presidenciales no tengamos candidatos oficialmente, pero no es tan normal que no haya ninguna señal de ellos. Hasta ahora, George Forsyth y Salvador del Solar lideraban las encuestas, pero este último ratificó que no será candidato. ¿Entonces, quién queda?

Comenzando por la izquierda, la fragmentación constante de esta fuerza política nos complica pronosticar quién la liderará. El orgulloso antiminero Marco Arana podría encabezar al Frente Amplio. Verónika Mendoza figura en las encuestas con un apoyo anémico. Después tenemos al controvertido aliado de Mendoza, Vladimir Cerrón. Hablando de Valdimires, el gobernador Cáceres Llica destaca con sus declaraciones sobre la carne de llama y su petición a Putin para conseguir una vacuna.

En el centro político, Julio Guzmán sueña con convertir su tres por ciento en los sondeos en un número más viable. Más hacia la (supuesta) derecha, Alianza por el Progreso sigue siendo el proyecto de César Acuña, quien no logra recuperar la popularidad que tuvo en 2016. En Podemos, Urresti no sube en las encuestas y se ve frecuentemente opacado por José Luna Morales en el Congreso. Por otra parte, el fujimorismo tiene a su candidata natural, pero su partido tiene pendiente un requerimiento de inhabilitación. ¿Tendrá que presentar a Martha Chávez para pasar la valla, como lo hizo en 2006? Finalmente, algunos especulan que Hernando de Soto podría ser un candidato serio.

El hecho de que sea tan difícil responder a esta pregunta es preocupante, particularmente considerando que en este momento se necesita un liderazgo nacional más que nunca. Lo que es más fácil de responder es: ¿por qué no tenemos candidatos? Simplemente, no tenemos un sistema de partidos políticos serio.