Edwin Donayre fue sentenciado a 5 años y 6 meses de prisión efectiva por el delito de peculado. (Foto: Agencia Andina)
Edwin Donayre fue sentenciado a 5 años y 6 meses de prisión efectiva por el delito de peculado. (Foto: Agencia Andina)

El blindaje sistemático al sentenciado congresista Edwin Donayre reúne varias de las razones que siguen consolidando a este Congreso como el menos empático y más desvergonzado de las últimas décadas. Su levantamiento de inmunidad debió haber sido decidido hace cerca de cinco meses, pero sus aliados la han hecho larga, abusando del control que todavía mantienen sobre la comisión responsable.

El abuso de la inmunidad en este caso es un descaro, sobre todo porque este mecanismo no existe para proteger a los congresistas de ser arrestados por delitos previos a asumir el cargo o no relacionados con su trabajo actual como legisladores. ¿Qué tiene que ver un caso de robo de gasolina de hace casi una década con su función legislativa actual?

Esperar una opinión consultiva de la Comisión de Constitución, manejada por Rosa Bartra, para aclarar algo que en el Reglamento del Congreso y la Constitución está clarísimo pinta de cuerpo entero a los blindadores. ¡Además esa comisión tiene la consulta hace dos meses!

¿O será que la amenaza lanzada por el propio Donayre es real y alcanza a algunos de sus protectores? El congresista dijo días atrás que, si le levantan la inmunidad, no será solo su cabeza la que ruede. Es poco creíble que el fujimorismo esté asumiendo un costo tan alto defendiéndolo solo para mantener su voto. Los últimos tiempos nos han enseñado a imaginar lo peor.

La salida de Donayre significaría el regreso del experimentado Luis Iberico o, si por alguna razón él no asumiese, Roberto el ‘Chorri’ Palacios tomaría la posta. Con ambas opciones ganaríamos un congresista que no ve todo como una chacota ni está dispuesto a disfrazarse de Inspector Truquini para montar una farsa en el LUM y afectar con sus montajes a profesionales decentes. Con cualquiera estaríamos mejor.