Me preguntaba, luego de esta maratón, si todos los televidentes que vieron lo que yo vi se van a la cama asumiendo que viven en un universo dislocado, incomprensible y, sobre todo, imposible de cambiar. Un universo en el que los seres humanos se han apropiado de la continuidad de la vida en el planeta y se comportan como si fuese posible organizar una sociedad sin reglas ni valores. Una sociedad donde triunfa inevitablemente el que tiene el carro más grande, la cuenta bancaria más sólida o el brazo más fuerte. ¿Hubo algo en la noche del domingo que trascendiera esa anécdota de inocente apariencia? Los grandes temas, como el cambio climático, la crisis financiera y el creciente poder del narcotráfico quedaron, como suele ocurrir, para la próxima semana.